Los estadounidenses deben mirar más allá de lo que publican los medios sobre Venezuela

15 Enero 2008

Mark Weisbrot
McClatchy Tribune Information Services, 9 de enero, 2008

9 de enero, 2008,
14 de enero, 2008, Kansas City Star (MO)
14 de enero, 2008, Charlotte Observer (NC)
14 de enero, 2008, Duluth News Tribune (MN)
14 de enero, 2008, Janesville Gazette (WI)
14 de enero, 2008, Augusta Chronicle (GA)
16 de enero, 2008, CommonDreams.org
20 de enero, 2008, Pittsburgh Tribune-Review
20 de enero, 2008, Fresno Bee (CA)
21 de enero, 2008, Rochester Post-Bulletin (MN)
22 de enero, 2008, International Business Times

En inglés

Lea el artículo en publicación original aquí

Si leemos los periódicos y vemos la televisión en Estados Unidos, se nos dice que el presidente de Venezuela, Hugo Chávez es un “dictador”, “autoritario”, “una amenaza a la democracia” en su propio país y región y “anti-estadounidense”. Pero los líderes que intentan alzar la voz de los pobres son generalmente desprestigiados por los medios de comunicación y odiados por aquellos en el poder.  Hoy en día se celebra una fiesta en nombre de Martin Luther King, Jr., pero cuando King dirigía marchas en los suburbios de Chicago o denunciaba la guerra de Vietnam, la prensa lo trataba tan mal como tratan ahora a Chávez.  Además, King fue seriamente acosado, amenazado y chantajeado por el FBI. 

La idea de que Venezuela bajo el poder de Chávez es autoritaria o dictatorial es absurda, como puede corroborar cualquier persona que haya visitado el país en los últimos nueve años.  Mucha de la prensa en Venezuela se opone al gobierno, más que en la mayoría del resto del hemisferio (incluyendo Estados Unidos). Chávez y sus aliados han ganado diez elecciones y las más importantes han sido todas acreditadas por observadores internacionales. El mes pasado, Chávez perdió un referéndum que hubiera abolido el límite al número de períodos que puede servir un presidente y ratificado un movimiento hacia “el socialismo del siglo veintiuno”. Cabe mencionar que se trata de un “socialismo” que respeta la propiedad privada y el sector privado; sector cuya participación en la economía en la actualidad, es mayor de lo que era cuando Chávez asumió la presidencia.

No obstante, después de perder por una mínima diferencia, Chávez no solamente aceptó inmediatamente los resultados sino que el domingo pasado anunció un cambio en la política acorde con las demandas del electorado. Dijo que el gobierno disminuiría sus esfuerzos por lograr un cambio político y se concentraría en resolver algunos de los problemas de mayor prioridad de los votantes, como el crimen y los servicios públicos.

Las relaciones de Chávez con la administración de Bush y el resto del hemisferio son también comúnmente malinterpretadas. La descripción común en los medios sobre el papel de Estados Unidos en el golpe militar que derrocó temporalmente a Chávez en 2002 es que la administración de Bush le dio un “apoyo táctico”. Pero “apoyo táctico” es lo que la administración le dio a la huelga petrolera de la oposición en 2002-2003, que devastó la economía en otro intento por derrocar al gobierno venezolano.  Según el departamento de Estado estadounidense, la administración de hecho financió a líderes de la oposición involucrados en el golpe de estado en abril de 2002.  Funcionarios de la Casa Blanca y del departamento de Estado también mintieron al público durante el golpe militar, en un intento de convencer a la gente de que el cambio de gobierno era legítimo.

En lugar de pedir disculpas por apoyar estos intentos de derrocar y desestabilizar al gobierno democrático de Venezuela, la administración de Bush continuó con el financiamiento de esfuerzos adicionales de la oposición, y continúa haciéndolo hoy en día – incluyendo el financiamiento al reciente movimiento estudiantil en Venezuela, según documentos del gobierno estadounidense.

Chávez no es el único blanco de la administración de Bush en la región.  Justamente esta semana, Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia y otro luchador contra de la pobreza, denunció de nuevo el apoyo de Washington a las fuerzas derechistas de oposición en Bolivia.  La mayoría de los países sudamericanos (incluyendo Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia y Uruguay) tienen gobiernos de centro-izquierda que entienden que la hostilidad de la administración de Bush hacia Venezuela, se trata en realidad de una reacción por parte de Estados Unidos ante la pérdida del poder ilegítimo que tiene sobre gobiernos soberanos, en una región a la que Washington considera como su “patio trasero”.  Los líderes de estos países sudamericanos (incluido el presidente Lula da Silva de Brasil) han defendido consistentemente a Venezuela.

En Venezuela, la economía (es decir, el producto interno bruto real) ha crecido un 87 por ciento desde que el gobierno tomo el control de su industria nacional petrolera a principios de 2003, la pobreza ha sido reducida a la mitad, la mayor parte de la población tiene acceso a servicios de salud gratuitos, y la escolarización se ha incrementado marcadamente.  Los venezolanos han elegido a Chávez repetidamente por las mismas razones por las que los estadounidenses están votando por Barack Obama – le ven como una representación de la esperanza y del cambio, en una región que necesita ambos.           


Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. (www.cepr.net).

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