¿Quién manda en la política exterior de Obama?

17 Julio 2009

Mark Weisbrot
16 de julio, 2009, The Guardian Unlimited
En inglés

Vea el artículo en la página Web original

El enfrentamiento actual en Honduras, en el que el gobierno golpista dirigido por Roberto Micheletti se niega a permitir el regreso del presidente electo Manuel Zelaya, da origen a dudas sobre quién está a cargo de la política exterior hemisférica de EE.UU.

Las divisiones han sido notables desde el principio de esta administración, por ejemplo en la Cumbre de las Américas en Trinidad celebrada el pasado abril.  Obama fue a la Cumbre con la idea de presentar una nueva cara al resto del hemisferio, y fue socavado inmediatamente por su asesor y director para la Cumbre, Jeffrey Davidow. Afortunadamente, Obama ignoró a sus asesores y continuó por un sendero diplomático.

Cuando el golpe ocurrió el 28 de junio, la primera declaración emitida por la Casa Blanca fue una metida de pata muy seria. Aunque la prensa nacional e internacional no criticó a Obama, la comunidad diplomática no pudo evitar resaltar que la Casa Blanca emitió la única declaración oficial del mundo que no tuvo ni una palabra de condena acerca del golpe cuando éste sucedió.

Esta postura cambió a medida que los acontecimientos evolucionaron, y el mismo Obama incluso dijo, “creemos que el golpe no fue legal y que el Presidente Zelaya aún es el presidente de Honduras“. Pero entonces su secretaria de Estado, Hillary Clinton, pareció contradecirlo. Dos veces la prensa le preguntó si el restablecimiento del orden democrático en Honduras significaría la reinstauración del presidente electo; y dos veces declinó contestar.

Parece que hay otros individuos en la Administración que estarían contentos con dejar que el gobierno golpista permaneciera en el poder durante los meses restantes del mandato de Zelaya.

El presidente Obama debe imponer la ley y dejar claro que este golpe no se impondrá. Podría comenzar despidiendo al asesor que escribió esa declaración inicial en respuesta al golpe. No es que fueran cogidos por sorpresa: todos sabían lo que iba a pasar, y la administración de Obama mantuvo conversaciones con el ejército hondureño hasta el día antes del golpe.

Claramente, si Obama hubiera querido realmente desalojar al gobierno golpista, hubiera podido congelar las cuentas bancarias de los que tomaron el poder y sus partidarios en la oligarquía hondureña. Esto fue recomendado el martes por el comité de redacción del Los Angeles Times. Tal medida sería probablemente suficiente; estas personas pueden tener una causa pero probablemente están más dedicadas a sus cuentas bancarias. También tendría la ventaja de no afectar a la gente pobre de Honduras.

Si Obama tiene dudas acerca de actuar unilateralmente, podría conseguir fácilmente la aprobación para tales sanciones en la Organización de Estados Americanos, que condenó el golpe y llamó al regreso “inmediato e incondicional” de Zelaya. (La OEA no tiene la autoridad para imponer sanciones obligatorias a sus miembros, pero podría aprobar sanciones para aquellos miembros que quisieran aplicarlas).

No debe sorprender que haya un trecho entre la política exterior de Hillary Clinton y de Barack Obama: sus diferencias sobre la guerra en Irak son una de las principales razones por las que Obama, y no Clinton, es hoy el presidente. Pero también parece que está involucrado algún tráfico de influencias a la antigua: resulta que dos de los más cercanos asesores del gobierno golpista de Honduras tienen estrechos vínculos con la secretaria de Estado. Uno es Lanny Davis, un influyente cabildero que fue abogado personal del presidente Bill Clinton y que también participó en la campaña de Hillary. G. Gordon Liddy, el hombre que organizó el infame allanamiento del Watergate en 1972, dijo una vez sobre su amigo Lanny Davis que “él puede defender lo indefendible”. Y eso es lo que Davis está haciendo últimamente, y bastante bien, testificando a favor del gobierno golpista en una audiencia congresal la semana pasada y poniendo los medios a su favor.

El otro pistolero a sueldo del gobierno golpista que tiene vínculos profundos con Clinton es Bennett Ratcliff. “Cada propuesta que presentó el grupo de Micheletti fue escrita o aprobada por [Ratcliff]”, dijo un testigo al New York Times este domingo. ¿Quién es Bennett Ratcliff? Fue un director principal de Bob Squier, conocido como el padre de la campaña política moderna. En su funeral en 2000, al que asistieron algunos de los demócratas más poderosos del país, el entonces presidente Clinton elogió a Squier. Hablando en nombre suyo y del vicepresidente Al Gore, también presente, Clinton dijo, “Si no fuera por él [Squier], tal vez nosotros no hubiéramos estado aquí hoy”. Y no sólo ellos: en 1992, la firma de Squier representó a cerca de una tercera parte de los demócratas del Senado.

Todo es parte del “gobierno permanente” que Obama tendrá que enfrentar si quiere cambiar verdaderamente la política exterior de EE.UU. Estas personas están poniéndole en contra de no sólo la región sino del mundo entero, que se ha negado a reconocer al gobierno golpista en Honduras. Tendrá que ser duro y romper con el pasado.

Quizás lo más inquietante de todo es que el presidente Obama se ha mantenido en silencio ante la represión del gobierno golpista. Ellos han disparado en contra y matado a manifestantes, cerrado emisoras de radio y televisión y detenido a periodistas. Esta semana un líder sindical y un activista político fueron asesinados. La violencia y el control de la información son las principales armas de la dictadura y los utilizarán mucho más libremente si el presidente Obama mantiene su silencio. Esto no es Irán, donde las denuncias de Estados Unidos sirven para desacreditar a la oposición. Esto es un gobierno que es sumamente dependiente de la ayuda, el comercio y el apoyo moral de Estados Unidos – y que el mundo entero ha condenado.

Los cínicos dirán que nada de eso tiene importancia, que incluso si Zelaya regresara a Honduras con el gobierno golpista todavía en el poder, y el ejército responde con asesinato y caos, Washington puede evadir la responsabilidad. Pero dado los antiguos y estrechos vínculos entre EE.UU. y el ejército hondureño, la relación de Hillary Clinton con sus partidarios, la fea historia de Estados Unidos en América Central y su larga trayectoria de apoyo a los escuadrones de la muerte y las fuerzas antidemocráticas en esa región y las señales contradictorias emitidas por la administración de Obama desde el golpe, Washington será culpado por el desorden y el derramamiento de sangre que podrían ocurrir.


Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C.  Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica.  Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.

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