Otra elección, Otra llamada de atención para Washington

10 Febrero 2006

10 de febrero, 2006, Mark Weisbrot   En inglés

Otra elección, Otra llamada de atención para Washington

Por Mark Weisbrot

Topeka Capital Journal (Kansas) – 4 de marzo, 2006

Costa Rica es un pequeño país de América Central con cuatro millones de habitantes que – a diferencia de lo sucedido con sus vecinos El Salvador, Guatemala y Nicaragua durante sus sangrientas guerras civiles – nunca ha captado mucho la atención de Estados Unidos a no ser como destino turístico o lugar de residencia para jubilados. Sin embargo, las elecciones que tuvieron lugar allí el domingo pasado deberán ser otra llamada de atención para Washington.

Cuando conocí a Ottón Solís por primera vez el año pasado, me agradó saber que presentaría su candidatura para la presidencia de Costa Rica. Me causó buena impresión como un economista bien informado, razonable, sincero y comprometido con políticas económicas que ponen en primer lugar los intereses de su país.

También pensé que tenía las mismas oportunidades de ganar que el candidato de un tercer partido en Estados Unidos. Me equivoqué, al igual que los más importantes medios de prensa internacional y las encuestas más recientes. Actualmente está empatado con el ex-presidente costarricense Oscar Arias, mientras las autoridades electorales están llevando a cabo un conteo manual de los votos para saber quien será el triunfador de las elecciones. Independientemente del resultado final, la sorpresa que causó Solís tiene implicaciones importantes en el acontecer de América Latina y en las relaciones de Estados Unidos con esa región. En primer lugar, muestra la profundidad del desencanto con la situación en la que se encuentra la región, y con el llamado “Consenso de Washington” o políticas económicas “neoliberales,” como se les conoce comúnmente en América Latina.

La corrupción fue un factor importante para estos resultados – igual que ha sucedido en toda la región – con tres ex-presidentes implicados en escándalos de corrupción desde el 2004. Sin embargo, el principal desencuentro entre Solís y sus oponentes fue el Tratado de Libre Comercio para América Central. Solís, quien fue ministro de Planificación Nacional durante la administración de Arias, argumentó de manera convincente que el TLC para América Central, tal y como está escrito actualmente, representaría una amenaza para muchos de los agricultores del país, para su sector de telecomunicaciones y para su industria local. También se opuso a las provisiones de dicho tratado para la solución de disputas – que son similares a las del TLC para América del Norte – las cuales erosionarían la soberanía nacional sobre importantes políticas económicas y ambientales. Y junto con muchas organizaciones de defensa de la salud en el hemisferio, él se opuso a las provisiones del TLC de América Central para los medicamentos farmacéuticos, las cuales, a expensas de los pacientes, van más allá de la Organización Mundial de Comercio en la protección de la industria farmacéutica.

En los últimos siete años ha habido seis candidatos presidenciales triunfadores que se opusieron de manera muy explícita a las reformas económicas “neoliberales” de los últimos 25 años: en Argentina, Brasil, Venezuela, Ecuador, Uruguay, y recientemente en Bolivia. Este patrón electoral obedece a una razón económica muy clara: A lo largo de los últimos 25 años, América Latina ha tenido el peor desempeño económico de toda su historia moderna. De 1980 al 2005 el ingreso por persona de la región apenas creció en un 10 por ciento. En los 20 años anteriores de 1960 a 1980 dicho ingreso creció en un 82 por ciento. Costa Rica se encuentra en mejores condiciones que la mayor parte de los países de la región: su ingreso per cápita es el tercero más alto de América Latina. Su expectativa de vida es igual a la de Estados Unidos.

De allí que resulte todavía más sorprendente que un candidato insurgente de Costa Rica tenga la posibilidad de derrotar a los partidos tradicionales que, como sucede con los Republicanos y los Demócratas, han gobernado el país durante la última mitad del siglo. Y más aún, que pudiera derrotar a Oscar Arias, quien fue galardonado con el premio Nóbel de la Paz y es probablemente la figura política más prominente y respetada del país. Las recientes elecciones en Costa Rica demuestran que esta ola de democracia que sacude a toda América Latina – alimentada con demandas de cambio económico y político – sigue fortaleciéndose. Y no es ninguna coincidencia que Costa Rica, el único de los seis países del propuesto TLC para América Central que se resiste a ratificarlo, sea mucho más democrático que los demás. A lo largo del último cuarto de siglo, las mayorías de América Latina no han sido escuchadas o casi no han podido expresarse sobre las decisiones económicas más importantes que afectan sus vidas, aún cuando haya habido una mejoría generalizada en la parte formal de la democracia electoral. Sin embargo ahora están exigiendo que su voz sea escuchada.

Aquí en Washington, muy pocos han notado que el estruendoso fracaso del crecimiento económico de América Latina pueda tener alguna relación con la continua rebelión electoral de la región. Este fracaso ha sido ampliamente ignorado en la medida en que no ha sido reconocido como tal, pues los políticos en Estados Unidos siguen argumentando simplemente que las reformas (estructurales) no han sido implementadas de manera suficiente. Aún así, los votantes latinoamericanos ruegan por que haya un cambio y puesto que todavía quedan ocho elecciones nacionales más en el calendario del 2006, queda viva la posibilidad de que este mensaje sea finalmente comprendido aquí.


Mark Weisbrot es Director Adjunto del Centro para las Investigaciones Económicas y Políticas (Center for Economic and Policy Research) con sede en Washington, D.C.

 

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