Venezuela: desmontando un arma de destrucción masiva

07 Marzo 2016

Mark Weisbrot
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El gobierno de Venezuela hace a menudo denuncias de que es víctima de una “guerra económica”, y por supuesto esto es parte de la realidad. El arma principal de destrucción masiva en esta guerra es el mercado negro del dólar. No es ninguna coincidencia que la principal fuente de información en ese mercado, “Dolar Today” -la cual es de extrema derecha-, sea manejada por una persona que jugó un papel importante en el Golpe de Estado apoyado por los militares estadounidenses en 2002. Era un oficial de la Armada -coronel Gustavo Díaz Vivas-, quien ahora está residenciado en Alabama, Estados Unidos, desde donde opera su página web.

Tampoco es coincidencia que opere desde EEUU. Washington lleva al menos 15 años intentando derrocar el gobierno de Venezuela. Casi todos los periodistas con los que he conversado durante este período -incluyendo periodistas de los principales medios internacionales- han reconocido estar al tanto de esos esfuerzos, aunque casi nunca escriben sobre ello.

El mercado paralelo es especialmente destructivo porque forma parte de una espiral inflacionaria con depreciación permanente de la moneda, la cual se ha incrementado desde finales de 2012. Cuando sube el dólar en el mercado negro, los importadores tienen que pagar más por los dólares que necesitan, lo cual aumenta la inflación. La alta inflación, por otro lado, incentiva a la gente a comprar dólares en el mercado paralelo, para garantizar el valor de sus ahorros. Eso a su vez empuja al alza el precio del mercado negro, lo cual incrementa la inflación, formando parte de una espiral continua. La inflación en octubre de 2012 era de 18% y el dólar paralelo estaba ubicado en 13 Bs/$. A finales de 2015, la inflación llegó a 181% y el dólar paralelo superó los 800 Bs/$.

La razón principal por la que la espiral actual no es peor es que la economía está en recesión; esta se contrajo 5,7% el año pasado. No obstante, cualquier intento de estimular la economía a través de gasto gubernamental probablemente solo alimentaría la espiral inflacionaria despreciativa. Eso significa que la economía está atrapada en una recesión.

Por esa razón, el gobierno debe desactivar el arma de destrucción masiva. La única manera para lograrlo es unificar la tasa de cambio.

Mucha gente le tiene miedo a ese cambio tan vital. Algunos piensan que todo el mundo se precipitaría a cambiar repentinamente todos sus ahorros a dólares, lo que haría que la tasa de equilibrio estaría aún peor que la del mercado negro actual. Es cierto que muchos venezolanos prefieren ahorrar en dólares (eso también es cierto en Perú, Uruguay y otros países de América Latina), pero no quieren dólares a cualquier precio; por eso el mercado paralelo se fija en una tasa de equilibrio, actualmente en alrededor de 1.000 Bs/$. Si el gobierno permitiera que la tasa fluctúe -que es lo que tiene que hacer para acabar con el mercado negro-, también se fijaría en un precio de equilibrio, el cual estaría muy por debajo del precio actual del mercado paralelo.

Otros dicen que el gobierno no tiene dólares para vender en un mercado de cambio flotante. Eso no es cierto. Aunque los ingresos petroleros actuales no sean suficientes para cubrir todas las importaciones requeridas por el país, tiene decenas de miles de millones de dólares en activos internacionales (y aun más nacionales) que podrían ser vendidos. Necesitaría subastar entre nueve mil y 10 mil millones de dólares por año (aproximadamente 36 millones de dólares por día) para abastecer adecuadamente el mercado de divisas. El año pasado vendió alrededor de 12 mil millones de dólares, pero como 95% fue vendido a un precio extremadamente bajo de 6,30 y 10, gran parte de ese dinero nunca fue utilizado para importaciones, ya que podía ser revendido con márgenes extraordinarios en el mercado paralelo. El sistema crea enormes incentivos para la corrupción.

Es muy interesante resaltar que el ex presidente Chávez aprobó un tipo de cambio flotante el 12 de febrero de 2002. El año anterior a esa decisión, hubo una importantísima fuga de capital y, por ende, una caída de las reservas internacionales del Banco Central; pero a pesar de la inestabilidad política -eso fue dos meses antes del golpe de Estado militar-, las reservas internacionales incrementaron sostenidamente después de permitir que la moneda fluctúe, hasta que empezó el paro petrolero al final de ese mismo año.

Hay otras personas que argumentan desde la izquierda que un tipo de cambio flotante es “neoliberal” y que mantener un tipo de cambio sobrevaluado fijo es “socialista”. Pero eso también es falso. Las peores crisis económicas de finales de los años 1990 -en Argentina, Brasil, Rusia, Indonesia y Tailandia, entre otros- fueron ocasionadas por monedas fijas sobrevaluadas. La mayoría de esas monedas fijas sobrevaluadas fueron apoyadas firmemente por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras instituciones neoliberales hasta que colapsaron.

Solo el mercado paralelo es “capitalismo salvaje”, ya que no tiene control ni regulación. Y además es una manera para subsidiar la fuga de capital, y alimentar a los enemigos del gobierno. Se entregan dólares baratos y estos son sacados del país, empeorando el problema de la balanza de pagos. En cambio, permitir que la moneda fluctúe es una manera de gravar la fuga de capital: el que quiera dólares debe pagar más por ellos.

Y Venezuela tiene mucha suerte en comparación con otros países que se han enfrentado a ese problema: la gran mayoría de los dólares del país le entra directamente al gobierno a través de los ingresos petroleros. Eso significa que el gobierno tendrá mucho más dinero para gastar, en moneda local, con una tasa de cambio flotante. Esos ingresos pueden ser utilizados, al igual que otros fondos en moneda local, para financiar subsidios de alimentos y medicinas.

Eso tiene mucho más sentido que intentar subsidiar la comida y otras necesidades básicas a través del tipo de cambio. Y los controles de precio sobre los alimentos no están funcionando muy bien: la inflación del rubro alimentación en 2015 fue de 300%, casi el doble de la tasa de inflación general (181%).

Por ello, unificar la tasa de cambio es el primer y más importante paso hacia la recuperación económica. Una vez que se haya hecho, se hará posible concentrarse en otros desajustes y problemas, incluidos la escasez, los controles de precios, la inflación y el crecimiento económico. Pero primero lo primero.


Mark Weisbrot es codirector del Centro para la Investigación Económica y Política (Center for Economic and Policy Research, CEPR) en Washington, D.C., y presidente de la organización Just Foreign Policy. También es autor del nuevo libro “Failed: What the ‘Experts’ Got Wrong About the Global Economy” (2015, Oxford University Press) (“Errados: en qué se equivocaron los ‘expertos’ acerca de la economía global”).

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