UNASUR

Unasur

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BrazilCELACLatin America and the CaribbeanLuiz Inácio Lula da SilvaMERCOSURPink TideSouth American IntegrationUNASURWorld Toward a New UNASUR: Pathways for the Reactivation of South American Integration
This study analyzes (1) UNASUR’s legacy, its successes, mistakes and vulnerabilities; (2) UNASUR’s current legal situation and the status of its founding members in relation to its treaty; and (3) the reforms that should be carried out to ensure the long-

Guillaume Long / October 18, 2022

Op-Ed/Commentary

BrasilChileColombiaEcuadorAmérica Latina y el CaribeUnasur La invitación de Lula es a subirse al tren de la UNASUR, no a detenerlo
Folha de São Paulo Ver artículo en el sitio original La cumbre de los presidentes suramericanos en Brasilia el próximo 30 de mayo revierte una especial importancia para el futuro de la región. Lula buscará convencer a los doce presidentes de los países fundadores de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), o a quienes asistan, que el regionalismo suramericano debe ser la apuesta estratégica para encarar los retos del nuevo orden multipolar que se perfila. Debe además persuadirlos de que el paraguas institucional desde donde se debe construir esta integración es la Unasur. La tarea no es fácil, sobre todo dado el actual contexto suramericano marcado por la desunión. Lula deberá hacer gala de paciencia y demostrar capacidad de escucha para que todos los jefes de Estado sientan que sus reparos están siendo tomados en cuenta. Pero al mismo tiempo, tendrá que mandar un claro mensaje de que el tren de la Unasur está en marcha y que la invitación es para que los presidentes se monten en él y no para que lo detengan.  El retorno de Brasil y Argentina a la Unasur en abril pasado volvió a otorgar relevancia a una Unasur que muchos daban por moribunda. Hoy, de los doce fundadores iniciales, siete países siguen siendo miembros de la Unasur; pero cinco –Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Uruguay– no han vuelto aún después de que, entre 2018 y 2020, denunciaran el Tratado Constitutivo de la organización. La primera tarea de Lula será convencer a algunos gobiernos de tinte más conservador de que la Unasur no es un proyecto ideológico, ni mucho menos un club de amigos de izquierda. El conservadurismo político ha logrado posicionar que solo la izquierda es “ideológica”, mientras que la derecha encarna el “pragmatismo”. Lula tendrá que pasar por alto esta manifiesta falacia intelectual para insistir mucho sobre el carácter estratégico –y no ideológico– que revierte una mayor convergencia entre los dos principales subsistemas suramericanos, atlántico y pacífico, para crear un espacio de gobernanza regional de verdadero peso en el sistema internacional. Es la geografía, y no la política o la ideología, la que define la membresía de la Unasur.  Es probable que varios de los invitados estén de acuerdo con la creación de un espacio suramericano pero quizás opuestos a hacerlo a través de la Unasur, privilegiando en su lugar la creación de un nuevo espacio. De hecho, fue así cómo se creó el Foro para el Progreso e Integración de América del Sur, más conocido como Prosur, una cascarón vacío que hoy ha dejado de funcionar. Lula, sin embargo, deberá insistir en la Unasur que, significativamente, goza de un Tratado, para lo cual se tuvo que transitar por muchos años de ardua gestión política y diplomática: las cumbres presidenciales de Brasilia y Guayaquil de 2000 y 2002; la creación de la Comunidad Suramericana de Naciones en la cumbre de Cuzco de 2004; la creación de la Unasur en la cumbre de la Isla Margarita de 2007; la firma del Tratado Constitutivo de la Unasur en la cumbre de Brasilia de 2008; la ratificación paulatina del Tratado por parte de los doce parlamentos de la región; y, con su novena ratificación legislativa, la entrada en vigor del Tratado en 2011. Este largo y tortuoso camino hacia una Unasur jurídicamente vinculante permitió que la organización tuviera un horizonte acordado, reglas de convivencia y una incipiente institucionalidad, incluyendo una secretaría general y doce consejos sectoriales que ya estaban empezando a plasmar políticas conjuntas. Sin tratado, no puede haber organización internacional, sino apenas presidencias pro-témpore, manejadas por el servicio exterior de países que se suceden cada año, sin dotar de músculo propio a la entidad creada. Tener un tratado significa generar un compromiso vinculante que trasciende los vaivenes políticos de la región y de sus miembros. No existe proyecto regional o multilateral de largo plazo que no se dote de un tratado para su funcionamiento. También es importante que se parta del hecho de que el Tratado Constitutivo de la Unasur tiene aún –y a pesar de los esfuerzos para ponerle fin– plena vigencia. La interpretación según la cual se necesita el mismo número de miembros para que el Tratado siga vigente que de ratificaciones para que el Tratado entre en vigencia, o sea nueve miembros, carece de fundamento y desconoce el derecho internacional. Como lo establece la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, en ausencia de una cláusula de extinción, el Tratado sigue siendo vigente a nivel internacional mientras al menos dos Estados sigan perteneciendo a la organización. La Unasur por ende existe y tiene en este momento siete miembros. Lula debe por supuesto encantar, convencer, convidar, pero a su vez ser claro sobre el camino que Brasil ha decidido emprender.  Existen varios incentivos para que paulatinamente países en su momento desencantados con la Unasur quieran reincorporarse a la unión. Proyectos estratégicos –por ejemplo en materia de infraestructura, a través de una versión más actualizada y ambientalmente sostenible del IIRSA o del COSIPLAN– deberían suscitar interés. El efecto gravitacional de Brasil es una realidad. Si Brasil hace de la Unasur una verdadera prioridad de su política exterior, tarde o temprano los países suramericanos se orientarán por retornar a la organización. En el encuentro presidencial del 30 de mayo, debe prevalecer la mayor apertura, flexibilidad y pluralismo, pero siempre sin desesperación: a fin de cuentas, aún si varios se rehúsan ahora, los países de la región no terminarán auto-excluyéndose de un bloque regional suramericano que les es beneficioso. Y no siempre estarán en el poder quienes –o los herederos inmediatos de quienes– salieron de la Unasur para diferenciarse políticamente de los gobiernos progresistas que los antecedieron y congraciarse temporalmente con el monroísmo radical de la administración Trump. Más allá de los pasos políticos y procedimentales que aún faltan para relanzar la Unasur, solo con la elaboración de nuevas políticas suramericanas en materia de seguridad, salud, infraestructura, medio ambiente, entre las tantas otras que le urgen a la región, podremos decir que hemos retomado la senda de nuestra integración.

Guillaume Long / 01 Junio 2023

Op-Ed/Commentary

CELACAmérica Latina y el CaribeMERCOSURUnasurEl Mundo La nueva integración sudamericana
La Tercera Ver artículo en el sitio original Al asumir la Presidencia, Lula afirmó “nuestro protagonismo se materializará a través de la reanudación de la integración sudamericana”. Por su parte, el Presidente Boric reafirmó en su primera reunión con Lula la importancia de la rearticulación de América del Sur. Hace pocos días, tanto Lula como su canciller insistieron en la necesidad de “reorganizar la Unasur”, y el Presidente Fernández acaba de anunciar derechamente el reingreso de Argentina a esa instancia. Con anterioridad, el pasado 14 de noviembre, siete expresidentes sudamericanos, incluyendo Bachelet y Lagos, exhortaron a los presidentes de la región a relanzar la Unasur. En su carta, señalaron que “es la mejor plataforma para reconstituir un espacio de integración en América del Sur”, insistiendo en la necesidad de corregir las “deficiencias del proceso anterior”, “garantizar el pluralismo”, “sustituir la regla del consenso” e incluir nuevos actores como sindicatos, empresas, universidades y centros de investigación. América del Sur siempre padeció de una falta de integración política entre sus dos principales subsistemas: los ejes Atlántico y Pacífico. Unasur nació para corregir este vacío. El Tratado constitutivo de 2008 sembró las bases para una integración multidimensional, cubriendo todas las aristas de las relaciones entre los Estados. Solo la Unión Europea tiene un marco de gobernanza tan amplio. Unasur estaba comenzando a consolidar sus consejos sectoriales en materia de infraestructura, conectividad, salud, defensa y otros cuando fue paralizada. Prosur, la instancia por la que se buscó sustituirla, es un conjunto vacío. Para Chile, el espacio sudamericano es estratégico. Al no integrar ni Mercosur ni la Comunidad Andina, Chile no pertenece a ningún espacio de integración de la región. A nivel latinoamericano e interamericano, ni la Celac ni la OEA constituyen espacios que impliquen proyectos de desarrollo común. La Alianza del Pacífico que agrupa a solo cuatro países es un espacio limitado a la esfera comercial. Chile no comparte ningún espacio de integración con Brasil, el país con la población y el mercado más grande de la región. ¿Celac o Unasur? Es una falsa dicotomía. Como única expresión del sur global del hemisferio occidental sin exclusiones, la Celac está llamada a jugar un rol importante en la nueva geopolítica mundial. Pero, contrariamente a la Unasur, los intereses de sus miembros son menos convergentes y no goza de un tratado, lo que limita su capacidad de construcción de gobernanza. Mientras la Celac puede jugar un rol de proyección de América Latina y el Caribe hacía afuera, Unasur debe profundizar la convergencia regional sudamericana y privilegiar la integración hacia dentro por sobre las afinidades ideológicas de los gobiernos de turno.

Guillaume Long / 30 Marzo 2023

Op-Ed/Commentary

BrasilColombiaAmérica Latina y el CaribeLuiz Inácio Lula da SilvaIntegración suramericanaUnasurEl Mundo Colombia, Brasil y la resurrección de Unasur
Fundación Revista Raya Ver artículo en el sitio original La victoria de Lula en las elecciones brasileñas anuncia un giro importante en la política exterior del gigante suramericano. Brasil volverá a tener una política exterior activa, multilateral y con un fuerte anclaje en los intereses del sur global. El propio Lula y su excanciller Celso Amorim han expresado su deseo de volver a darle fuerza a la integración suramericana, lo cual tuvo una expresión organizativa, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), y un tratado, constitutivo de esta unión, en 2008. La Unasur es en realidad un proyecto que tiene sus raíces en la política exterior brasileña de los años 90 cuando Estados Unidos buscó alinear al hemisferio occidental detrás de su Iniciativa para las Américas, que se plasmaría en su propuesta de Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA) hacia finales de la década. Tanto el presidente brasileño Itamar Franco, como su sucesor Fernando Henrique Cardoso, y luego, con mucha voluntad política, Lula optaron por hacer de la creación de un espacio suramericano una verdadera política de Estado de Brasil que pudiera asegurar un mínimo de autonomía de la región frente a los diseños hegemónicos de Estados Unidos. Este espacio suramericano implicaba además la convergencia de los ejes atlánticos y pacíficos del subcontinente, del Mercosur y de la CAN para crear en un primer momento un área económica y comercial suramericana y, en un segundo momento, un bloque geopolítico en capacidad de asentar su autonomía estratégica. En 2004, se creó por lo tanto la Comunidad Sudamericana de Naciones que se transformaría en 2008 en la Unasur. Lastimosamente, la Unasur gozó de pocos años de actividad organizativa. En este breve lapso la organización inició un lento proceso de institucionalización, creando consejos de nivel ministerial que desplegaban una importante agenda de trabajo (por ejemplo, el Consejo de Defensa Suramericano y el Consejo de Salud Suramericano), más allá de la diplomacia presidencial que caracterizó a la organización en sus primeros años. Pero entre 2018 y 2020, una ola de gobiernos con muy bajos niveles de compromiso con la integración regional, y desplegando una política exterior motivada esencialmente por el bilateralismo con la administración Trump, le asestaron varios golpes muy duros. Siete gobiernos, incluyendo el gobierno de Jair Bolsonaro denunciaron el Tratado Constitutivo de la Unasur, aunque varios, incluyendo Argentina y Brasil, lo hicieron de forma irregular y violando los procedimientos establecidos por las Constituciones de sus países. El retorno de Lula significará sin duda un retorno a un conjunto de políticas de Estado que fueron abandonadas durante el mandato de Bolsonaro. Una de ellas será el relanzamiento de un espacio de convergencia, integración y gobernanza suramericano. El día siguiente del triunfo de Lula, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, tuiteó: “Temas de una agenda con Brasil: 1. El rescate de la selva amazónica y su investigación científica. 2. El camino de una nueva política antidrogas no violento. 3. La red integrada de energía eléctrica de América con energías limpias. 4. La integración económica latinoamericana.” Esta lista de temas para una agenda bilateral y multilateral entre Colombia y Brasil es totalmente acertada. Significativamente, este listado no es solamente compatible con el relanzamiento de la Unasur sino que pareciera encarnar el deber ser de la organización, que cualquier lectura incluso sumaria del Tratado Constitutivo pone rápidamente en evidencia. Unasur, contrariamente a otras organizaciones y acuerdos regionales con vocación exclusivamente comercial o de seguridad siempre tuvo una mirada multidimensional. El Tratado de la Unasur buscó establecer el marco de una gobernanza regional justamente en las áreas señaladas por el Presidente Petro: en materia ambiental y científica, en materia de seguridad y antidrogas – de hecho, el Consejo Suramericano sobre el Problema Mundial de las Drogas de la Unasur ofrecía una mirada muy diferente a la que aún encarna la doctrina de la “guerra contra las drogas” de los Estados Unidos. La Unasur también incluía un Consejo Energético Suramericano (el punto 4 del presidente colombiano), y varios consejos en materia económica, financiera y de desarrollo. Colombia y Brasil pueden ser aliados estratégicos para un relanzamiento inteligente, eficiente, resiliente y estratégico de la integración suramericana. Una asociación de esta naturaleza deberá dedicarse a corregir varios errores del pasado, construir una institucionalidad robusta y ágil, y mejorar los procesos de toma de decisión. Pero en un mundo de creciente rivalidad entre las grandes potencias, la consolidación de organizaciones regionales fuertes es la única manera que tienen los países del Sur para defender sus intereses y elevar su voz.

Guillaume Long / 02 08:45:00 Noviembre 2022

Op-Ed/Commentary

BrasilFondo Monetario InternacionalAmérica Latina y el CaribeLuiz Inácio Lula da SilvaUnasurEl Mundo La victoria de Lula abre una ventana de oportunidad única a la UNASUR
Noticias de América Latina y el Caribe Ver artículo en el sitio original In English La meta: que el 1º de enero de 2023, en la posesión de Lula, se firmen los tratados para la nueva Unasur. Apenas tenemos dos meses para realizar todos los trabajos preparatorios y llegar a acuerdos claves. El camino jurídico está resuelto gracias al minucioso estudio técnico-jurídico de Guillaume Long y Natasha Suñé. Pero también, debemos poner en operación al Banco del Sur y firmar el tratado constitutivo del Banco Central del Sur y el “sur”, la moneda regional – adicional a las monedas nacionales – que propuso el Presidente Lula. El paso inicial debe ser inmediato – para que lo sienta la sociedad – armonizar los sistemas de pagos de la UNASUR para ejecutar transferencias interbancarias a cualquier cuenta dentro de la Región en tiempo real y desde el celular. Seamos prácticos, la ventana de oportunidad política está entre enero y septiembre de 2023, fecha de las elecciones primarias en Argentina. En ese período, debemos lograr las ratificaciones parlamentarias del caso. Existen soluciones expeditas y creativas, como delegar o refuncionalizar instituciones ya existentes – nacionales o regionales –  para cumplir el rol transitorio de las organizaciones nacientes. No podemos ceder esta ventana de oportunidad histórica a la lenta inercia de las cancillerías y los rezagos del malinchismo. Los presidentes progresistas deben crear un canal de comunicación inmediata entre ellos, designar ahí a un responsable que visite los países de la región detectando trabas y encontrando soluciones, y exigirle – en grupo – rendición de cuentas semanal. La voluntad política está ahí, no hay tiempo que perder. Podemos extender esta ventana de oportunidad si la Región logra dar pasos iniciales – pero contundentes – para la configuración de una nueva arquitectura financiera regional que permita un respiro para Argentina. Las oportunidades son concretas y las acciones a tomar son inmediatas. Primero, se debe suspender la elección del Presidente del Banco Interamericano de Desarrollo hasta enero; no se puede continuar un candidato de Bolsonaro. Segundo, se debe impulsar la acción colectiva para anular retroactivamente los ilegales sobrecargos del Fondo Monetario Internacional (FMI) – de ser necesario, con resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas -. Tercero, la Región -junto con África- debe acordar con Estados Unidos una emisión extraordinaria de Derechos Especiales de Giro del FMI. Cuarto, la Región debe reciclar sus DEG, financiando a Argentina a largo plazo. Quinto, se debe retomar los delegados para el Banco del Sur y comenzar su operación inmediata. Sexto, Unasur debe conseguir que – por lo menos una parte de – los capitales fugados a EEUU retornen a sus países de origen, aplicando el artículo VIII.2.b del Convenio Constitutivo del FMI. Séptimo, y no menos importante, los países de la UNASUR deben exigir un puesto colectivo en la mesa del G20, como está por lograrlo la Unión Africana. Un paso clave para Lula está en deshacer la privatización de facto del Banco Central de Brasil que implementó Bolsonaro y rearticular al Banco Central de Brasil a la línea de desarrollo, integración y democracia. Es muy difícil que pueda cumplir las metas de erradicación del hambre y reindustrialización que necesita el pueblo brasileño si tiene un banco central boicoteándolo permanentemente. Basta ver el rol cómplice que ha cumplido el banco central colombiano en contra de las reformas iniciales del Presidente Petro. Dicho esto, esta ola de integración regional no puede quedarse solo a nivel de los presidentes; debe ser una verdadera integración de los pueblos. Eso implica participación profunda de los movimientos sociales de toda la región, pero sobre todo, beneficios inmediatos y tangibles para la ciudadanía. También implica dar un tratamiento preferencial a los países más pequeños. El liderazgo del Presidente Lula es crucial para sumar a países de orientación ideológica distinta. En lo inmediato, debemos concretar un programa de intercambio estudiantil masivo – en los tres últimos años de la educación secundaria – para que los y las jóvenes de la educación pública latinoamericana puedan estudiar un semestre o un año en otro país de la Región, sin traba burocrática alguna, y que el cupo que libera un joven en su país de origen sea ocupado por otro joven de otro país. No hay necesidad de aumentar el gasto público en educación, salvo por el transporte y – posiblemente – un estipendio. La meta debe ser ambiciosa: un millón de jóvenes en intercambio estudiantil en el próximo año. Este será el motor de la integración. En simultáneo, se debe lanzar una apuesta cultural a la integración. Debemos lanzar un concurso regional – comenzando a nivel de todas las escuelas de primaria – de cómo debe ser la bandera de la UNASUR. También debemos convocar a un concurso regional para plantear cuál debe ser el himno de la UNASUR – convocando así a músicos, escritores y poetas -. Presidente Lula, junte a sus futuros pares, designe a su embajador plenipotenciario para la integración regional y cree ya ese canal de comunicación. No hay tiempo que perder.

Andrés Arauz / 31 10:20:00 Octubre 2022

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