¿Fue el estallido de la burbuja de los productos primarios? No exactamente

24 Octubre 2016

David Rosnick
NACLA Report on the Americas, Volume 48, Issue 3, 19 de septiembre, 2016

Radio La Primerísima, 27 de octubre, 2016

In English

Entre 1998 y 2011, el precio de los bienes y servicios exportados por los países de América Latina y El Caribe (ALC) aumentó mucho más rápidamente que el precio de los bienes y servicios importados por esos mismos países. Debido a eso, en 2011, vendiendo el mismo volumen de exportaciones, los países de la región pudieron importar 50% más. El impacto económico de este vuelco en los términos de intercambio fue notorio: el ingreso real de los países de ALC creció cerca del 8,4%.

Ese período coincidió con una recuperación del crecimiento en gran parte de la región. Sin embargo, los datos sugieren que los países de ALC satisficieron su demanda de bienes que no exportan incrementando las importaciones. Es decir, gran parte del ingreso extraordinario derivado de esa conmoción en los términos de intercambio fue ya sea ahorrado o gastado en importaciones, en lugar de volcado a incrementar la demanda interna de productos locales. Los términos de intercambio favorables contribuyeron muy poco al crecimiento en los países de ALC quizás una cuarta parte adicional de un punto porcentual de crecimiento anual durante ese período, según los estudios llevados a cabo por el Centro de Investigación en Economía y Política (Center for Economic and Policy Research, CEPR).

A diferencia de los pequeños incrementos atribuibles a los precios de los productos primarios estandarizados (commodities, en inglés), Argentina y Venezuela experimentaron durante varios años los índices de crecimiento del PIB más altos de Sudamérica, echando por tierra las proyecciones del FMI y muchos economistas. Hubo un período en que los medios de comunicación de EEUU se mostraban aparentemente reticentes a relatar los éxitos económicos de estos gobiernos progresistas de la llamada ‘marea rosa’ latinoamericana. (Hasta el 2006, por ejemplo, muchos informes de prensa usaban cifras viejas para argumentar que la pobreza había aumentado en Venezuela, a pesar que estaba ocurriendo lo contrario.) Pero a la larga fue imposible ignorarlo: el “socialismo” parecía estar funcionando muy bien en América Latina.

¿Cómo se vieron afectadas entonces estas economías por la conmoción en las relaciones de intercambio? Aunque los datos de 19982011 no muestran un vínculo estadísticamente significativo entre los ingresos extraordinarios crecientes derivados del vuelco en los términos de intercambio de los países de América Latina y el crecimiento de su PIB, sí parece haber una relación positiva entre los términos de intercambio mejorados y el saldo favorable de estos países en cuenta corriente. En lugar de incrementar las importaciones, puede ser que algunos de ellos hayan evitado serias restricciones o crisis en la balanza de pagos trasladando los ingresos extraordinarios del superávit comercial a sus reservas (ya sea directamente, en el caso de negocios de exportación controlados por el Estado, o indirectamente mediante la depreciación de la moneda). Bolivia es un ejemplo de ello: entre 1998 y 2008, el saldo en la cuenta corriente boliviana pasó de ser negativo (del 7,9% del PIB) a positivo (al 11,9% del PIB), según las cifras del FMI .

No obstante, en la crónica informativa internacional de los medios de comunicación se ha vuelto moneda corriente atribuir la reciente recaída del crecimiento económico en varios países sudamericanos al derrumbe del “boom de los commodities“. Alcanza con leer el New York Times o escuchar una crónica de la radio pública nacional (NPR) sobre los desafíos económicos recientes de Argentina, Brasil o Venezuela, para constatar que probablemente incluya ese tipo de información estandarizada de antecedentes. Según ese relato, debido al alza de los precios de los productos primarios en la década de los 2000 todos esos países vivieron años de crecimiento económico impresionante, al tratarse de economías primarias que obviamente se beneficiaron. Pero luego, tras la recesión mundial de 20082009 y la consiguiente caída de los precios de los productos primarios, la burbuja estalló, dice el relato: colapsó el crecimiento, la pobreza ha aumentado, la inflación es galopante, y las masas enfurecidas se han volcado a las calles.

Esa explicación que atribuye dicho crecimiento sostenido al aumento de los precios del petróleo y el gas (en los casos de Venezuela, Ecuador y Bolivia) o a la explosión de los precios de la soja (en el caso de Argentina), muy a menudo ha sido la manera más fácil de descartar lo que de otro modo podría interpretarse como una convalidación de las políticas económicas de izquierda. En otras palabras, explicar el crecimiento de la década de los 2000 meramente por el “boom de los commodities” es tanto una simplificación de la historia como caracterizar las dificultades económicas recientes de varios países latinoamericanos como el resultado del “estallido de la burbuja de los productos primarios”.

¿Por qué están tocando fondo entonces tantas de las economías de izquierda sudamericanas? Mientras que el grueso de la crónica informativa para no hablar de gran parte de los economistas profesionales se ha conformado con endilgarle las dificultades económicas actuales de Venezuela al supuesto fracaso de su modelo “socialista”, sus problemas de saldo de cuenta corriente en realidad se han agravado debido a un error mucho más banal. Frente al crecimiento del ingreso real, Venezuela no permitió la depreciación de su moneda, como debería haberlo hecho. Eso habría aumentado el precio de las importaciones correlativo al de las exportaciones y reducido así el monto del ingreso extraordinario, y un bolívar más débil habría volcado una porción mayor de la demanda interna hacia productos locales en lugar que extranjeros.

En 2002, Chávez autorizó transitoriamente la flotación del bolívar y redujo así la presión sobre la moneda. Más recientemente, sin embargo, el gobierno de Venezuela entró en pánico brevemente y suspendió el suministro de dólares, desencadenando un círculo vicioso de inflación y especulación en el mercado paralelo de dólares.

Resulta difícil asimismo atribuirle los problemas económicos menos dramáticos de Argentina a una simple caída en los precios de los productos primarios. Solamente el 12% del crecimiento real del PIB de Argentina entre 2000 y 2010 es atribuible a las exportaciones, y apenas una fracción de estas fueron productos primarios como la soja y la carne bovina. En suma, el ingreso real de Argentina creció un 8% como consecuencia de la conmoción de sus términos de intercambio y los ingresos extraordinarios de allí derivados, las importaciones crecieron aún más rápidamente que las exportaciones, y la retracción de esos ingresos extraordinarios fue relativamente leve (menos de una séptima parte) entre 2011 y 2014. Sin embargo, esa caída de los precios de los productos primarios sí le ha dificultado la obtención de dólares a la Argentina, y eso ha aumentado la inflación.

El deterioro económico de Brasil es un hecho innegable, que sin duda contribuyó significativamente al desplome de la popularidad de la hoy destituida Presidenta Dilma Rousseff. Pero irónicamente, gran parte de la culpa por los problemas económicos de Brasil debe achacársele a la decisión de Rousseff de optar por políticas de austeridad tras asumir su segundo mandato en 2011. Mientras otros gobiernos de izquierda promulgaban cambios en materia de políticas con el fin de aumentar la demanda interna, Rousseff hizo lo contrario aplicando los frenos. Eso no forma parte del libreto convencional, y las promesas del presidente interino Michel Temer de superar la recesión con medidas de austeridad aún mayores son relatadas en términos de su capacidad de manejar la crisis .

La retracción del crecimiento económico y los desafíos que están enfrentando Venezuela, Argentina y Brasil, entre otros países, no son pruebas del fracaso del socialismo, como quisiera hacernos creer la oposición a estos gobiernos. Los problemas económicos recientes tampoco son verdaderamente evidencia del fracaso de las políticas económicas heterodoxas que han aplicado esos gobiernos. La realidad es mucho más compleja, y por lo general es bastante específica de cada país. Desdichadamente, los relatos complejos rara vez llegan a ser buenos titulares.


David Rosnick es economista del Centro de Investigación en Economía y Política (Center for Economic and Policy Research , CEPR) y autor de trabajos tales como “Reduced Work Hours as a Means of Slowing Climate Change” (2014) y “The Gains from Trade in a New Model from the IMF: Still Very Small” (2015).

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