Latin America and the Caribbean

América Latina y el Caribe

CEPR examines economic changes in Latin America, including how IMF, World Bank and WTO policies have affected countries in the region, and looks at the economic factors behind political developments there. Specific countries that CEPR focuses on include: Argentina, Bolivia, Brazil, Ecuador, Haiti, Honduras, Jamaica, Mexico, Venezuela and Puerto Rico.

CEPR examina los cambios económicos y políticos en América Latina, incluyendo la forma en que las políticas del FMI, el Banco Mundial y la OMC han afectado a los países de la región, y analiza los factores económicos que están detrás de los acontecimientos políticos en la región. Los países específicos en los que se centra el CEPR incluyen: Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Haití, Honduras, Jamaica, México, Venezuela y Puerto Rico.

CEPR examines economic changes in Latin America, including how IMF, World Bank and WTO policies have affected countries in the region, and looks at the economic factors behind political developments there. Specific countries that CEPR focuses on include: Argentina, Bolivia, Brazil, Ecuador, Haiti, Honduras, Jamaica, Mexico, Venezuela and Puerto Rico.

CEPR examina los cambios económicos y políticos en América Latina, incluyendo la forma en que las políticas del FMI, el Banco Mundial y la OMC han afectado a los países de la región, y analiza los factores económicos que están detrás de los acontecimientos políticos en la región. Los países específicos en los que se centra el CEPR incluyen: Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Haití, Honduras, Jamaica, México, Venezuela y Puerto Rico.

Op-Ed/Commentary

BrasilChileColombiaEcuadorAmérica Latina y el CaribeUnasur La invitación de Lula es a subirse al tren de la UNASUR, no a detenerlo
Folha de São Paulo Ver artículo en el sitio original La cumbre de los presidentes suramericanos en Brasilia el próximo 30 de mayo revierte una especial importancia para el futuro de la región. Lula buscará convencer a los doce presidentes de los países fundadores de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), o a quienes asistan, que el regionalismo suramericano debe ser la apuesta estratégica para encarar los retos del nuevo orden multipolar que se perfila. Debe además persuadirlos de que el paraguas institucional desde donde se debe construir esta integración es la Unasur. La tarea no es fácil, sobre todo dado el actual contexto suramericano marcado por la desunión. Lula deberá hacer gala de paciencia y demostrar capacidad de escucha para que todos los jefes de Estado sientan que sus reparos están siendo tomados en cuenta. Pero al mismo tiempo, tendrá que mandar un claro mensaje de que el tren de la Unasur está en marcha y que la invitación es para que los presidentes se monten en él y no para que lo detengan.  El retorno de Brasil y Argentina a la Unasur en abril pasado volvió a otorgar relevancia a una Unasur que muchos daban por moribunda. Hoy, de los doce fundadores iniciales, siete países siguen siendo miembros de la Unasur; pero cinco –Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Uruguay– no han vuelto aún después de que, entre 2018 y 2020, denunciaran el Tratado Constitutivo de la organización. La primera tarea de Lula será convencer a algunos gobiernos de tinte más conservador de que la Unasur no es un proyecto ideológico, ni mucho menos un club de amigos de izquierda. El conservadurismo político ha logrado posicionar que solo la izquierda es “ideológica”, mientras que la derecha encarna el “pragmatismo”. Lula tendrá que pasar por alto esta manifiesta falacia intelectual para insistir mucho sobre el carácter estratégico –y no ideológico– que revierte una mayor convergencia entre los dos principales subsistemas suramericanos, atlántico y pacífico, para crear un espacio de gobernanza regional de verdadero peso en el sistema internacional. Es la geografía, y no la política o la ideología, la que define la membresía de la Unasur.  Es probable que varios de los invitados estén de acuerdo con la creación de un espacio suramericano pero quizás opuestos a hacerlo a través de la Unasur, privilegiando en su lugar la creación de un nuevo espacio. De hecho, fue así cómo se creó el Foro para el Progreso e Integración de América del Sur, más conocido como Prosur, una cascarón vacío que hoy ha dejado de funcionar. Lula, sin embargo, deberá insistir en la Unasur que, significativamente, goza de un Tratado, para lo cual se tuvo que transitar por muchos años de ardua gestión política y diplomática: las cumbres presidenciales de Brasilia y Guayaquil de 2000 y 2002; la creación de la Comunidad Suramericana de Naciones en la cumbre de Cuzco de 2004; la creación de la Unasur en la cumbre de la Isla Margarita de 2007; la firma del Tratado Constitutivo de la Unasur en la cumbre de Brasilia de 2008; la ratificación paulatina del Tratado por parte de los doce parlamentos de la región; y, con su novena ratificación legislativa, la entrada en vigor del Tratado en 2011. Este largo y tortuoso camino hacia una Unasur jurídicamente vinculante permitió que la organización tuviera un horizonte acordado, reglas de convivencia y una incipiente institucionalidad, incluyendo una secretaría general y doce consejos sectoriales que ya estaban empezando a plasmar políticas conjuntas. Sin tratado, no puede haber organización internacional, sino apenas presidencias pro-témpore, manejadas por el servicio exterior de países que se suceden cada año, sin dotar de músculo propio a la entidad creada. Tener un tratado significa generar un compromiso vinculante que trasciende los vaivenes políticos de la región y de sus miembros. No existe proyecto regional o multilateral de largo plazo que no se dote de un tratado para su funcionamiento. También es importante que se parta del hecho de que el Tratado Constitutivo de la Unasur tiene aún –y a pesar de los esfuerzos para ponerle fin– plena vigencia. La interpretación según la cual se necesita el mismo número de miembros para que el Tratado siga vigente que de ratificaciones para que el Tratado entre en vigencia, o sea nueve miembros, carece de fundamento y desconoce el derecho internacional. Como lo establece la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, en ausencia de una cláusula de extinción, el Tratado sigue siendo vigente a nivel internacional mientras al menos dos Estados sigan perteneciendo a la organización. La Unasur por ende existe y tiene en este momento siete miembros. Lula debe por supuesto encantar, convencer, convidar, pero a su vez ser claro sobre el camino que Brasil ha decidido emprender.  Existen varios incentivos para que paulatinamente países en su momento desencantados con la Unasur quieran reincorporarse a la unión. Proyectos estratégicos –por ejemplo en materia de infraestructura, a través de una versión más actualizada y ambientalmente sostenible del IIRSA o del COSIPLAN– deberían suscitar interés. El efecto gravitacional de Brasil es una realidad. Si Brasil hace de la Unasur una verdadera prioridad de su política exterior, tarde o temprano los países suramericanos se orientarán por retornar a la organización. En el encuentro presidencial del 30 de mayo, debe prevalecer la mayor apertura, flexibilidad y pluralismo, pero siempre sin desesperación: a fin de cuentas, aún si varios se rehúsan ahora, los países de la región no terminarán auto-excluyéndose de un bloque regional suramericano que les es beneficioso. Y no siempre estarán en el poder quienes –o los herederos inmediatos de quienes– salieron de la Unasur para diferenciarse políticamente de los gobiernos progresistas que los antecedieron y congraciarse temporalmente con el monroísmo radical de la administración Trump. Más allá de los pasos políticos y procedimentales que aún faltan para relanzar la Unasur, solo con la elaboración de nuevas políticas suramericanas en materia de seguridad, salud, infraestructura, medio ambiente, entre las tantas otras que le urgen a la región, podremos decir que hemos retomado la senda de nuestra integración.

Guillaume Long / 01 Junio 2023

Op-Ed/Commentary

CELACAmérica Latina y el CaribeMERCOSURUnasurEl Mundo La nueva integración sudamericana
La Tercera Ver artículo en el sitio original Al asumir la Presidencia, Lula afirmó “nuestro protagonismo se materializará a través de la reanudación de la integración sudamericana”. Por su parte, el Presidente Boric reafirmó en su primera reunión con Lula la importancia de la rearticulación de América del Sur. Hace pocos días, tanto Lula como su canciller insistieron en la necesidad de “reorganizar la Unasur”, y el Presidente Fernández acaba de anunciar derechamente el reingreso de Argentina a esa instancia. Con anterioridad, el pasado 14 de noviembre, siete expresidentes sudamericanos, incluyendo Bachelet y Lagos, exhortaron a los presidentes de la región a relanzar la Unasur. En su carta, señalaron que “es la mejor plataforma para reconstituir un espacio de integración en América del Sur”, insistiendo en la necesidad de corregir las “deficiencias del proceso anterior”, “garantizar el pluralismo”, “sustituir la regla del consenso” e incluir nuevos actores como sindicatos, empresas, universidades y centros de investigación. América del Sur siempre padeció de una falta de integración política entre sus dos principales subsistemas: los ejes Atlántico y Pacífico. Unasur nació para corregir este vacío. El Tratado constitutivo de 2008 sembró las bases para una integración multidimensional, cubriendo todas las aristas de las relaciones entre los Estados. Solo la Unión Europea tiene un marco de gobernanza tan amplio. Unasur estaba comenzando a consolidar sus consejos sectoriales en materia de infraestructura, conectividad, salud, defensa y otros cuando fue paralizada. Prosur, la instancia por la que se buscó sustituirla, es un conjunto vacío. Para Chile, el espacio sudamericano es estratégico. Al no integrar ni Mercosur ni la Comunidad Andina, Chile no pertenece a ningún espacio de integración de la región. A nivel latinoamericano e interamericano, ni la Celac ni la OEA constituyen espacios que impliquen proyectos de desarrollo común. La Alianza del Pacífico que agrupa a solo cuatro países es un espacio limitado a la esfera comercial. Chile no comparte ningún espacio de integración con Brasil, el país con la población y el mercado más grande de la región. ¿Celac o Unasur? Es una falsa dicotomía. Como única expresión del sur global del hemisferio occidental sin exclusiones, la Celac está llamada a jugar un rol importante en la nueva geopolítica mundial. Pero, contrariamente a la Unasur, los intereses de sus miembros son menos convergentes y no goza de un tratado, lo que limita su capacidad de construcción de gobernanza. Mientras la Celac puede jugar un rol de proyección de América Latina y el Caribe hacía afuera, Unasur debe profundizar la convergencia regional sudamericana y privilegiar la integración hacia dentro por sobre las afinidades ideológicas de los gobiernos de turno.

Guillaume Long / 30 Marzo 2023

Op-Ed/Commentary

BoliviaAmérica Latina y el CaribeOrganización de los Estados AmericanosEl Mundo Las Violaciones Eticas de Almagro en la OEA son la “punta de un iceberg grande y mortal”
Washington, DC — Un nuevo reportaje del Associated Press, que proporciona evidencia adicional de las violaciones éticas cometidas por el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, es solo la “punta de un iceberg grande y mortal,” dijo Mark Weisbrot, Co-Director del Centro de Investigación en Economía y Política. “Lamentablemente esta no es la única, ni la más grave, de las violaciones a las reglas de la OEA que han ocurrido bajo la dirección de Almagro. Su papel, y el de los observadores electorales de la OEA en el golpe militar de 2019 en Bolivia, ha sido bien documentado,” dijo Weisbrot. “Irónicamente, la OEA tiene el mandato de proteger la democracia en el hemisferio, pero los estados miembros la ven cada vez más como un ejemplo de lo que sucede cuando se derrumba el estado de derecho.” Durante más de tres años, miembros del Congreso de los Estados Unidos han estado exigiendo respuestas de la OEA, incluyendo el propio Almagro, sobre su papel en el golpe de 2019. Pero la OEA se ha negado a responder. Una de las preguntas más sencillas que la OEA se ha negado a contestar es también la más condenatoria. Tras las elecciones de 2019, que fueron observadas oficialmente por la OEA, tanto la organización como el propio Almagro emitieron cinco informes y declaraciones, incluyendo una auditoría preliminar, que acusó al gobierno de haber robado las elecciones mediante fraude. La acusación se basó en que la ventaja del presidente Evo Morales en el conteo de votos aumentó durante el último 16 por ciento de los votos contados. Es común que cambios de este tipo ocurran a medida que se cuenten los votos de diferentes partes de un electorado con variaciones demográficas o políticas. Es un fenómeno que los estadísticos entienden bien así como la mayoría de las personas que han seguido la transmisión de resultados electorales por televisión. Sin embargo, en los cinco informes y declaraciones de Almagro y la OEA difundidos después de las elecciones bolivianas, nunca se mencionó esta posibilidad. Los miembros del Congreso preguntaron repetidamente si los observadores de la OEA habían pensado en esta posibilidad. Siguen esperando una respuesta tras reiterados interrogatorios durante más de tres años. “Almagro y sus observadores electorales no pueden responder a esta pregunta porque no hay una respuesta veraz que no implicaría a la OEA y Almagro en una operación similar a las acusaciones de fraude electoral del ex presidente Trump, durante las elecciones estadounidenses de 2020,” dijo Weisbrot. “Como en el caso de Trump y sus seguidores insurrectos, ahora se sabe bien que no hubo evidencia de que las elecciones bolivianas del 2019 fueron robadas. Pero la OEA permitió que los insurrectos bolivianos lograran anular los resultados.” Como informó el New York Times, el análisis "erróneo" de la OEA inmediatamente después de las elecciones alimentó "una cadena de eventos que cambió la historia de la nación sudamericana." El golpe respaldado por Trump, y que la OEA ayudó a provocar, fue liderado por otro movimiento de supremacía de la raza blanca, el cual instaló un gobierno que cometió masacres de manifestantes indígenas, como los que documentó el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes). También derrocó al primer presidente indígena – elegido democráticamente – de Bolivia, un país que tiene el mayor porcentaje de personas indígenas en las Américas.

Mark Weisbrot / 09 Marzo 2023

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Dan Beeton
Director, International Communications
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Senior Research Fellow
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Jake Johnston
Senior Research Associate
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Guillaume Long
Senior Policy Analyst Analista sénior de políticas
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Alexander Main
Director of International Policy
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Francisco R. Rodríguez
Senior Research Fellow
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Franklin Serrano
Senior Research Fellow
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Mark Weisbrot
Co-Director

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