El viaje del presidente Bush a Latinoamérica es seguir negando la realidad

05 Marzo 2007

5 de marzo, 2007, Mark Weisbrot    En inglés

El viaje del presidente Bush a Latinoamérica es seguir negando la realidad

Por Mark Weisbrot

McClatchey Tribune Information Services – 5 de marzo, 2007
Contra Costa Times (California) – 11 de marzo, 2007
Gainesville Sun (Florida) – 11 de marzo, 2007

“Estado de negación” es el título del famoso libro de Bob Woodward que trata sobre los pasos que encaminaron al gobierno de Bush a un desastre en Irak, pero el mismo título habría servido de igual manera para describir su política en Latinoamérica. Esta semana, el presidente Bush se dirige hacia el Sur en una gira de siete días por cinco países latinoamericanos para ver si él puede contrarrestar la corriente política populista, la que ha resultado en gobiernos de izquierda en países que representan cerca de la mitad de la población en la región.

Llevando vagas promesas sobre un esfuerzo conjunto para la producción de etanol – pero ningún ofrecimiento de disminuir los aranceles que protegen al mercado estadounidense – el presidente Bush espera convencer a Brasil para que se le una en contra de su némesis, el presidente Hugo Chávez de Venezuela. Esto es una fantasía.

Después de haber sido reelecto el pasado mes de octubre, el presidente brasileño Lula da Silva, viajó a Venezuela, no sin intención, en su primera visita al extranjero. Allí, él presidió la dedicación de un puente valorado en mil 200 millones de dólares sobre el río Orinoco, financiado por el gobierno brasileño, mientras que llenó de generosos elogios a Chávez y le dio al popular presidente venezolano un impulso adicional en su propia campaña para la re-elección.

La política de la administración de Bush de intentar aislar a Venezuela de sus vecinos ha tenido éxito solamente en aislar a Washington. La semana pasada, el Presidente Néstor Kirchner de Argentina, hablando en Caracas, rechazó rotundamente la noción de que Argentina o Brasil deberían “contener al presidente Chávez,” a quien se refirió como “hermano y amigo.” En otro disimulado golpe a Washington, Kirchner comentó: “no puede ser que moleste a nadie que nuestros pueblos se integren.” Al mismo tiempo, anunció que Venezuela y Argentina han decidido emitir conjuntamente el “Bono del Sur” por un monto de mil 500 millones de dólares.

Si Washington se encuentra en un “estado de negación” sobre la realidad política de Latinoamérica, lo está aún más en cuanto a la situación económica. Por veinticinco años el gobierno de Estados Unidos ha promovido una serie de reformas a través de la región: ajustes en las políticas fiscales y monetarias, bancos centrales más independientes, una apertura indiscriminada hacia el comercio internacional e inversión, privatización de empresas públicas, y el abandono de estrategias de desarrollo económico y políticas industriales. La administración de Bush piensa que estas reformas, conocidas como “neoliberalismo” en Latinoamérica, fueron precisamente la fórmula indicada para estimular el crecimiento económico.

Pero de hecho, el crecimiento económico en Latinoamérica durante los últimos 25 años ha sido un desastre – el peor fracaso económico a largo plazo en más de cien años. Entre 1980 y 2000 el PIB por persona creció tan sólo en un 9 por ciento, y otro 4 por ciento durante 2000 y 2005. Comparado con un crecimiento del 82 por ciento sólo para las dos décadas entre 1960 y 1980, es fácil ver por qué candidatos que prometen nuevas políticas económicas han sido elegidos  (y algunos re-elegidos) en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela. También estuvieron cerca de ganar en México, Perú y Costa Rica.

A los gobiernos de izquierda que han introducido nuevas políticas económicas les ha ido muy bien: el crecimiento económico en Argentina ha sido de un fenomenal 8,6 por ciento anual durante casi cinco años, ayudando a más de 8 millones de personas a superar la pobreza en un país de 36 millones de habitantes. En Bolivia, el gobierno ha incrementado el ingreso fiscal derivado de los hidrocarburos por cerca de un 6,7 por ciento del PIB, una cantidad que sería equivalente a 900 mil millones de dólares en Estados Unidos, y está utilizando estos ingresos adicionales para ayudar a la mayoría pobre. Venezuela también está utilizando un mayor control del gobierno sobre la producción petrolífera para proporcionar cuidados médicos, educación, y alimentos subsidiados para los pobres. Todos estos gobiernos han tenido éxito implementando políticas a las que Washington se opuso.

El presidente Bush tendrá un buen recibimiento por parte de los gobiernos de derecha de los países a los que visitará: sus aliados más cercanos en México, Colombia y Guatemala. Colombia está en el medio de un gran escándalo nacional por la responsabilidad de oficiales del gobierno en asesinatos masivos y de opositores políticos. Cada año matan a más sindicalistas en Colombia que en el resto del mundo. Guatemala es otro aliado de derecha con un expediente terrible en cuanto a derechos humanos: hace dos semanas tres diputados del Parlamento Centroamericano fueron asesinados por un “escuadrón de la muerte” de la policía guatemalteca. Estos tres gobiernos han estado ligados al narcotráfico, pero es muy probable que el presidente Bush los elogie por su cooperación en la guerra contra las drogas.

Todo esto es una negación de la realidad. Los cambios políticos y económicos que se extienden a lo largo de toda Latinoamérica representan una severa ruptura con las políticas fallidas del pasado. La influencia de Washington se ha derrumbado,  y es poco probable que se recupere.


Mark Weisbrot es codirector del Centro de Investigación Económica y de Políticas (Center for Economic and Policy Research—CEPR), en Washington, D.C., EE.UU.

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