Las elecciones argentinas son un retroceso, pero es poco probable que reviertan las tendencias latinoamericanas del Siglo XXI

30 Noviembre 2015

Mark Weisbrot
Huffpost Voces, 30 de noviembre, 2015

Huffington Post, 24 de noviembre, 2015
Fortune, 24 de noviembre, 2015

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In English.

La elección de este domingo del candidato de derecha, Mauricio Macri, como presidente de Argentina, un hecho que meses atrás era inesperado, es un retroceso para Argentina y la región. En los últimos 13 años, Argentina ha logrado enormes avances económicos y sociales. Bajo el mandato de los Kirchner (primero Néstor y después Cristina Fernández de Kirchner), la pobreza disminuyó aproximadamente 70 por ciento, y la pobreza extrema bajó en un 80 por ciento. (Estas cifras pertenecen al periodo 2003 a mediados de 2013, el último año en que hay estimaciones independientes disponibles; también se basen en estimaciones independientes de la inflación). El desempleo cayó de más de 17.2 por ciento a 6.9 por ciento, según el FMI.

Pero Daniel Scioli, el candidato del partido peronista Frente para la Victoria, quien representó la coalición gobernante de la Presidenta Fernández, no consiguió defender suficientemente esos logros. Además, no aclaró lo qué haría para remediar los problemas económicos actuales en Argentina. En los últimos cuatro años, el crecimiento ha sido lento (un promedio de aproximadamente 1.1 por ciento anualmente), la inflación ha sido alta (con estimaciones privadas en los 20s), y el mercado negro del dólar se ha desarrollado. Eso le dio a Macri (y su coalición Cambiemos) la oportunidad de presentarse como el candidato de un futuro mejor.

Con la ayuda especializada de marketing de una consultoría de relaciones públicas ecuatoriana, Macri también logró definirse como alguien mucho más moderado de lo que probablemente será, y así se ganó a votantes quienes, de lo contrario, podrían temer el regreso a los años de depresión anteriores a los Kirchner.

Algunas de las cosas que ha indicado que hará podrían tener un impacto positivo, si les hace correctamente. Es probable que llegará a un acuerdo con los fondos buitres, que han mantenido secuestrados más de 90 por ciento de los acreedores argentinos desde hace que el juez de Nueva York, Thomas Griesa, dictó en 2014 que el gobierno no puede pagarlos. Si el costo no es muy alto, podría tener un impacto neto positivo, pues podría abrir nuevamente el camino a Argentina para obtener préstamos internacionales — algo que probablemente hubiera hecho Scioli también.

Una liberalización del tipo de cambio que elimine el mercado negro podría ser un gran avance. Pero mucho depende de cómo se haga: si causa un aumento de la inflación y el gobierno no hace nada para proteger a la gente pobre y trabajadora, se podría perder mucho.

Macri podría tomar medidas para reducir la inflación, que es algo que se necesita hacer. Pero ahí hay grandes peligros, ya que es probable que lo haga reduciendo la actividad económica. Busca reducir el déficit presupuestario del gobierno central, el cual aumentará en proporción al PIB como consecuencia de la austeridad. Dado su ideología y políticas, existe un grave riesgo de que se genere un espiral descendente de austeridad y recesión, como el que el país sufrió de 1998 y 2001. Si hay inflación debido a la devaluación, y están ansiosos por deshacerse de ella también, la situación se podría empeorar.

Sus declaraciones y posturas adoptadas durante su campaña indican que está en contra de que el gobierno juegue un papel en la promoción de la industria, lo cual podría tener un impacto negativo sobre el desarrollo del país. Ha propuesto recortes de impuestos para los grupos de más altos ingresos, y, dado su promesa de reducir el déficit presupuestario gubernamental, son entonces probables los recortes presupuestarios. Al sumar todo, la mayoría de los argentinos podrían sufrir de cualquier transición económica que Macri opere.

Pero Macri no tendrá la mayoría en el Congreso, entonces queda por ver qué tanto puede hacer. Internacionalmente, demostró de inmediato su lealtad completa al gobierno de los Estados Unidos, lo cual se demostró previamente en los cables confidenciales de la embajada estadounidense publicados por WikiLeaks. Una de sus primeras declaraciones después de haber sido elegido fue denunciar a Venezuela y amenazar suspenderlo de Mercosur. Pero como no se trata de un asunto importante para los votantes argentinos, es obvio que forma parte de una campaña internacional liderada por los Estados Unidos en torno a las elecciones venezolanas el 6 de diciembre, la cual busca deslegitimizar al gobierno y las elecciones.

La voluntad de Macri de unirse a esa campaña es algo que ningún otro presidente suramericano tiene. Al contrario, en la última década, los presidentes suramericanos se han unido repetidamente para defender la democracia en la región cuando ha sido atacado, con Washington al lado contrario — no solamente en Venezuela, en 2014, 2013, y 2002; sino en Bolivia (2008); Honduras (2009); Ecuador (2010); y Paraguay (2012). Si Macri sigue por ese camino, no sólo será una vergüenza para Argentina, sino también lastimará las relaciones hemisféricas.

Washington ha mantenido una política de “retroceso” y “contención” (rollback y containment según la terminología de guerra fría en íngles) en contra de casi todos los gobiernos de izquierda que han ganado elecciones en el siglo XXI. Así que hay bastante entusiasmo de parte de las élites économicas y del establishment de la política exterior; con la Presidenta de Brasil Dilma Roussef enfrentando una recesión y crisis política, y el chavismo venezolano enfrentando a una crisis económica y la posibilidad de perder su primera elección nacional en 17 años, naturalmente están felices de esta victoria electoral sin precedentes de la derecha en Argentina. Ya están publicando artículos dando la bienvenida a la caída tan esperada de la izquierda latinoamericana.

Pero reportes de esa desaparición, para parafrasear a Mark Twain, son exagerados. Un resultado más probable es como lo que ha sucedido en Chile, donde un candidato mediocre fue incapaz de aprovechar la ventaja del índice de aprobación de 80 por ciento de la Presidenta Michelle Bachelet del partido socialista, y perdió contra un billonario derechista en 2010. Duró cuatro años, pero después el país regresó a Bachelet.

Argentina y la región han cambiado demasiado en los últimos 15 años para regresar al pasado neoliberal y neocolonial. Quizá el establishment de la política exterior de Washington no lo entiende, pero los asesores de Macri sí. Por eso hicieron todo lo posible de presentarlo como algo muy diferente a lo que en realidad es.


Mark Weisbrot es el codirector del Centro para la Investigación Económica y Política en Washington, DC, y Presidente de Just Foreign Policy. También es autor del nuevo libro “Errados: en qué se equivocaron los ‘expertos’ acerca de la economía global” (Oxford University Press, 2015).

 

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